
Son algunos de los resultados del anĂ¡lisis de un extraordinario grupo de momias, 18 cuerpos embalsamados que aparecieron reunidos en un almacĂ©n en la necrĂ³polis nobiliaria de El-Asasif, en Luxor, y de cuya investigaciĂ³n se ha ocupado un grupo de antropĂ³logos la mayorĂa de los cuales son catalanes. El estudio, ilustrado con fotos asombrosas, de cuerpo entero, se presenta en una exposiciĂ³n, muy didĂ¡ctica con los aspectos de la momificaciĂ³n, en la sede barcelonesa del Museo de ArqueologĂa de Cataluña (MAC) hasta el 5 de septiembre.
"Trabajamos en la tumba de Monthemhat, donde hemos investigado centenares de restos humanos, y cada vez que aparecen momias en la zona nos avisan", explicĂ³ el mĂ©dico paleopatĂ³logo Joaquim Baxarias, que ayer dio una charla en el museo. "Éstas habĂan sido guardadas y olvidadas en el almacĂ©n 4 de la Casa Americana y se sospechaba que pudieran proceder de nuestra tumba, pero no se conserva ningunainformaciĂ³n sobre ellas. Hemos descubierto que son 12 mujeres y 6 hombres, de dos generaciones, unade Ă©poca del reinado de Pianji, en el siglo VIII antes de Cristo (Tercer PerĂodo Intermedio, DinastĂa XXV nubio-cushita, los denominados faraones negros); que se trata de nobles, con cargos importantes, alguno incluso sacerdote de AmĂ³n. Pero, curiosamente, sus momificaciones no siguen los patrones habituales en la clase alta: sĂ³lo una presenta evisceraciĂ³n y dos extracciĂ³n de cerebro".
Las momias han sido observadas sin tocar los envoltorios que conservaban y sin trasladarlas, mediante un aparato de radiologĂa digital portĂ¡til. La patologĂa mĂ¡s abundante que presentan es artrosis, padecida por algo menos del 20% del grupo (en las clases trabajadoras egipcias era muy superior). A una momia a la que se le arrancĂ³ el pecho, destaca Baxarias, se le puede ver excepcionalmente el corazĂ³n momificado, que debĂa conservarse in situ. El estudioso recalcĂ³ que todas las momias han sido tratadas respetuosamente en el examen, actitud que desgraciadamente no han mantenido antes los insectos, los ratones ni el tiempo.
JACINTO ANTÓN | ELPAIS.com
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